Estamos en los años cincuenta: una pequeña aldea española puede ser - y es - todo un universo en el que confluyen los temas eternos del hombre, tanto en su vida terrena como en las metafísicas certezas - o dudas - de un más allá en el que las acciones humanas recibirán premio o castigo.
Protagonista, o, mejor dicho, eje en torno al cual giran amores y odios, maniobras inconfesables, intereses creados y soterradas insidias, Diego Ribalta representa toda la complejidad humana de esta historia. Diego es el nuevo cura de la parroquia, un antihéroe de humilde y humanísimo destino. Profundamente débil y vulnerable, combatido por íntimas vacilaciones, será víctima de la mala fe, la rústica tozudez, la corrupción y el desatino que serpentean en aquel ambiente de apariencia idílicas. Pero será también, providencialmente, el hombre que sepa sacar fuerzas de flaqueza y recuperar osadamente el gobierno de las almas, la vendimia espiritual que su vocación le impone, más como acto de amor que como obligación formal de su sacerdocio.
El padre Diego es, más que protagonista, punto de referencia y emblema. De hecho, verdadera protagonista de la novela es la aldea entera: un personaje colectivo que nos va mostrando, a través de la psicología y las peripecias de cada individuo, los innumerables rostros de la realidad.
De nuevo, la prosa incisiva y nítida de MERCEDES SALISACHS dibuja con naturalidad este complejo cuadro, en el que todos los elementos (rigidez de las estructuras, lucha de clases, fuerza y debilidad de la fe) alcanzan una evidencia verdaderamente ejemplar.