La Estación de las hojas amarillas
La Estación de las hojas amarillas

ISBN: 84-7017-931-4

Fecha: 1963

Tamaño: 13 x 20 x 3 cm

Páginas: 381

Editorial: Plaza & Janés

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Sinopsis

Tras "Vendimia interrumpida", Mercedes Salisachs nos ofrece un nuevo logro novelístico dentro del matiz católico iniciado briosamente en su anterior novela.
Dos hermanas gemelas, llegadas ya a la edad otoñal, se enfrentan con un problema común que trastorna sus vidas. El relato, escrito en primera persona, corre a cargo de una de ellas, la cual, convencida de que la desgracia que en todo momento ha ido sellando sus pasos se debe, principalmente, al carácter egoísta y desquiciado de su hermana, no vacila en acusarla de cuanto le ha sucedido.
A través de esa acusación, Cecilia, la hermana desafortunada, expone en una carta los pasajes relevantes de su existencia. Una carta que, a su juicio, deberá poner todo en claro y vindicarla. Sin embargo, es precisamente esa carta la que imperceptiblemente acaba acusándola a ella misma. Fela, la hermana fustigada, completamente opuesta a Cecilia, ha vivido siempre buscando la satisfación personal, avasallando principios, respetos humanos y prejuicios ajenos. No obstante, al rozar la última etapa de su vida, parece alcanzar ese bienestar anhelado. En cambio, Cecilia, ceñida desde la juventud a lo que ella ha considerado digno, al experimentar la prueba definitiva se ve de pronto hundida, sin posibilidad de salir a flote. ¿Cuál de las dos hermanas estaba en lo cierto?
Mercedes Salisachs nos da la respuesta en la persona de Pablo, cuya idiosincrasia, recia y emotiva, salpica las páginas del libro de una ternura tan inspirada como incisiva. Probablemente ninguna novela de Mercedes Salisachs - reconocida por la crítica extranjera y española como uno de los valores positivos del momento literario actual - ha conseguido tan acentuadamente como consigue "La estación de las hojas amarillas" un dramatismo tan armonioso y una armonía tan patética. Es indudable que de todos los personajes salidos de su pluma, Pablo, ese muchacho rebosante de vida, es el que alcanza mayor altura espiritual: tal es la fuerza trágica de su tenacidad frente a las incongruencias de ciertos sistemas de vida. Su simpatía llena de juventud, su desbordante humanidad y su permanente posición de alerta ante el letargo de las mentes limitadas al apego material, sin más horizonte que el agoísmo y la soberbia, hacen de ese personaje una verdadera creación literaria que el lector difícilmente podrá olvidar.
He ahí expuesto el problema de la edad madura sin velos, descarnadamente, pero proyectado de una forma tan nueva, que puede afirmarse que el tópico ha dado pie a la novelista para construir una obra totalmente inserta en el antitópico.